jueves, 9 de septiembre de 2010

The Road

La Carretera, de Cormac McCarthy, es el título de la última novela que he leído. A cuenta del trabajo y tanta actividad he tardado bastante más de lo esperado en terminarla, pero es una historia que, aunque difícil de digerir por su dureza, no es muy extensa y no te deja indiferente.

El libro nos lleva a un futuro, no sabemos si cercano o lejano, en el que la Tierra ha sido devastada por una especie de cataclismo, del cual no especifica nada. Simplemente te describe un entorno desolado, muerto y estéril por el que un padre y un hijo, cuyas edades tampoco son comentadas, sobreviven como pueden viajando hacia el sur por una carretera, sin saber si quiera si allí encontrarán algo mejor que el terreno que pisan y sin saber cuántas personas aún quedan vivas en el planeta. Si la historia ya de por sí es angustiosa, todavía entra un ingrediente en juego que complica aún más la situación de sus protagonistas: ante la falta de alimento, algunos supervivientes han optado por el canibalismo y, literalmente, salen a la caza de personas en grupo. Este factor extra en un viaje penumbroso, provoca en el padre una desconfianza de tal magnitud que no le permite poner en duda cualquier atisbo de bondad en aquellos con quienes se van encontrando en su camino. Su misión es proteger "al chico" (así se le llama durante toda la novela), el cual simboliza la esperanza.

El padre "sobrevive", él tiene una visión diferente de lo que es vivir, porque posee un bagaje de recuerdos de una vida pasada mejor, mientras que el chico simplemente vive. No recuerda nada, no tiene con qué comparar su presente, pero sí tiene la sensibilidad al dolor ajeno, la esperanza de encontrar a "los buenos", la capacidad de ver la belleza en un mundo destruido... Es como si personificara el amor en un mundo desolado, su vulnerabilidad al mismo tiempo que su fuerza.

La otra noche volviendo a casa del trabajo en el coche, un hombre me hizo señas para que parara, sobre el puente de la Avenida Salamanca, justo antes de desviarme hacia mi calle. No paré. Continué conduciendo. Cuando paré para aparcar, se me pasó por la cabeza volver. "¿Y si necesitaba ayuda?", me pregunté. Dudé unos momentos. "¿Y si no es de fiar?", me decía otra voz. ¡Disonancia cognitiva al canto! Vacilé un momento más y finalmente aparqué y subí a casa. No fui y nunca sabré si debería haber ido.

Este libro y esta situación me han hecho recordar algunas cosas que aprendí en Psicología Social, la asignatura que más me ha gustado de mi último curso. El tema en cuestión se llama La Autojustificación. A través de diferentes investigaciones se sabe que la mayor parte de las personas tienden a justificar sus propias acciones, creencias y sentimientos. Cuando las personas hacen algo, intentarán, si es posible, convencerse a sí mismas (y a los demás) de que era una cosa lógica y razonable. Esto ocurre sobre todo, cuando las personas sufren una disonancia cognitiva, que es aquel estado de tensión que se produce cuando un individuo mantiene simultáneamente dos ideas, actitudes, creencias u opiniones psicológicamente incompatibles. Yo, que me considero buena gente, pasé de largo ante una señal de socorro. Y me autojustifiqué, claro que lo hice, como lo haría cualquier persona. Con frases del tipo: "Era de noche y no había nadie por la calle, podría haber puesto mi vida en peligro".

¿Por qué nos autojustificamos? Muy sencillo, es una forma de sentirnos bien con nosotros mismos y de proteger nuestra autoestima. A nadie le gusta verse como un ser despreciable y malvado, de hecho si así fuera sería algo patológico. Si por cada vez que nos pasara algo así proyectásemos en nosotros mismos cualidades desagradables, las consecuencias psicológicas serían devastadoras, caeríamos con mucha facilidad en procesos depresivos. Por tanto, la autojustificación de la crueldad tiene su razón de ser.

Transvasando esto a una situación extrema como es la historia de La Carretera, se puede comprender la actuación de todas las personas que aparecen en la misma, incluidos los caníbales. El niño se justifica con la frase "Porque nosotros somos los buenos, ¿verdad, papá? Llevamos el fuego". El padre se justifica con la protección del chico y resuelve su disonancia cognitiva deshumanizando al resto de la gente, viéndolos como animales y no como a personas. Y los caníbales, aunque el libro no lo muestre, se autojustifican también a su manera, supongo que con frases del tipo "o como o muero".

Por último, uno se pregunta si algo así podría pasar. Como en el libro 1984, uno se plantea hasta que punto son historias de ciencia-ficción. Son historias que reflejan perfectamente qué sucedería si se dieran esas condiciones y circunstancias, y te estremecen hasta lo más profundo de tu ser. Son historias realmente terroríficas y angustiosas que ponen los pelos de punta, pues si la realidad fuese esa, sin duda no estaría muy lejos de ser así.

Para completar el libro, vi la película. Refleja bien la historia tal cual es. Está muy bien adaptada, al menos esa ha sido mi impresión. Os dejo el trailer, aunque si tenéis pensado leer el libro, mejor no lo veáis, no le pongáis cara a los personajes ni os dejéis sugestionar por las imágenes.








3 comentarios:

  1. Buena entrada, yo tampoco hubiera parado y también me autojustifico continuamente, y me digo que no es malo. Lo malo es cuando alguien autojustifica una idea ante la masa, y convence a ésta de seguirle, suelen ser malas ideas...

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  2. "No fue el tirano quien hizo al esclavo, sino a la inversa" (Miguel de Unamuno).

    La masa se autojustifica culpando al tirano en lugar de asumir su responsabilidad.

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  3. Cada dia elegimos caminos, pocas veces es claro que es lo mejor. Nuestras decisiones estan mediatizadas por mil factores. Muchas veces volvemos atras para preguntarnos por que no tome otro camino, para arrepentirnos. En la situacion extrema que plantea el libro, no hay mas motivacion que la supervivencia. La introduccion de un comportamiento eticamente no reprobable por el nino es interesante aunque puede resultar irreal. A mi el libro me gusto mucho. Buen post, dagala.

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