miércoles, 22 de septiembre de 2010

El Techo de Cristal



El Techo de Cristal, también conocido como suelo pegajoso, está formado por todas aquellas fuerzas que hacen que la mujer permanezca inamovible en los puestos inferiores de la pirámide económica, impidiéndole alcanzar aquellas metas profesionales para las que está preparada.

Su carácter de invisibilidad viene determinado por ser un término enigmático y difícil de detectar, pero las estadísticas hablan y le aportan existencia. Así, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ofrecía estos datos allá en el 2001:
  • Las mujeres sólo desempeñan un 1-3% de los máximos puestos ejecutivos en las mayores empresas del mundo.
  • Sólo 8 países tienen como jefa de estado una mujer.
  • Que las mujeres constituyen el 13 por ciento de los parlamentarios del mundo; y 21 países cuentan con una mujer desempeñando la vicepresidencia o segunda magistratura del Estado.
  • Que, aunque las mujeres representan casi el 40 por ciento de los miembros de las organizaciones sindicales, sólo son mujeres el 1 por ciento de los dirigentes de los sindicatos.
  • Que el “diferencial salarial” llega a ser de un 10 a un 30 por ciento en detrimento de las mujeres, incluso en los paises que están más avanzados en términos de igualdad de género.
  • Que las mujeres trabajan más que los hombres en casi todos los países y que son ellas quienes siguen realizando la mayor parte del trabajo no retribuido.

Pues bien, la cosa no ha variado en exceso. Sí es cierto que ha mejorado y que el cambio se está dando en según qué regiones, pero queda mucho por hacer en las sociedades mundiales, marcadas por el sexismo desde siempre. A día de hoy la participación y representación de las mujeres en los niveles más elevados de responsabilidad y de toma de decisiones se mantiene en niveles muy bajos en todos los campos, y muy particularmente en los ámbitos financiero, económico y político, no siendo correlacional con el aumento del nivel formativo de las mujeres, el cuál ha sido más que evidente. Somos claramente superiores en número en la Universidad y la mayoría posee más estudios postuniversitarios que en el caso de los hombres, para así poder darle más valor a su currículum. Aún así, seguimos teniendo más dificultades para encontrar trabajo y para ascender profesionalmente, y cómo no, nuestros salarios siguen siendo inferiores al de los hombres.  

Sin duda el feminismo aún no ha llegado a ninguna región del planeta. Y por favor, no confundamos lo términos. Hablo de feminismo y no de hembrismo. El fin no es arrebatarle el poder a los hombres, si no compartirlo. El déficit de representación de las mujeres en la sociedad supone una pérdida de talento inmensa. Mujeres formadas y emprendedoras abandonan esta lucha de poder y deciden rendirse a cambio de no sufrir más. Es una verdadera lástima que una mente humana llena de conocimiento quede reducida a la discriminación del cuerpo que la encierra.

El cambio es lento. Muy lento. La historia se repite. Los jóvenes calcan los comportamientos sexistas en las diferentes parcelas de su vida. Así lo demuestran los datos sobre violencia de género y la discriminación en el acceso y desarrollo profesional. Y aún hay más. El cuidado de personas dependientes en la familia sigue recayendo mayoritariamente en la mujer, y el reparto de tareas domésticas y cuidado de los hijos no termina de cuajar. La educación, y en especial la educación social, tiene mucho por hacer en este campo. Sin buenos modelos para los jóvenes no llegamos a ningún sitio, y la cosa está difícil, pues los medios de comunicación con su influencia social tampoco ayudan con sus estereotipos. Pero claro, era de esperar, pues también son hombres quienes dirigen sus altos cargos, y eso que en las facultades de periodismo son ellas las que abundan.

Volviendo a la política, he de decir que la calidad de nuestras democracias requiere de una participación equilibrada de mujeres y hombres. De ahí surgió la paridad de ZP. Eso es lo que se conoce como una discriminación positiva. Por decirlo de alguna manera, la discriminación positiva es dar un trato preferente en el acceso o distribución de recursos a grupos sociales que han sufrido marginación, con el fin de mejorar su calidad de vida. Esto lo podemos ver en muchos grupos de nuestra sociedad: se reservan plazas de estudio y de trabajo a discapacitados físicos y/o intelectuales, se reservan asientos de transporte público a personas mayores, encontramos plazas de aparcamiento para minusválidos en nuestras ciudades, etc. En el caso de la mujer, vemos como existen actualmente ayudas económicas a mujeres mayores de 45 años que no tienen ingresos, por las dificultades en las que se encuentran en la sociedad de hoy a la hora de emprender la tan necesaria y ardua búsqueda de empleo.

Muchas personas critican este tipo de preferencias. El año pasado, una profesora de mi facultad afirmaba que su existencia nos degrada aún más. En mi opinión es necesaria en procesos de cambio, es decir, de forma temporal. Según avance el cambio hacia la igualdad de género, debería ir desapareciendo progresivamente esa ayuda. Volviendo al ejemplo de las ayudas a mujeres mayores de 45 años, lo correcto sería que dentro de tantos años o bien aumente la edad destinataria, o bien desaparezca la ayuda económica, según esté el panorama.


El Techo de Cristal... Yo ya me he dado un par de coscorrones con él en cuestión de ascensos, y los que me quedarán. Eso sí, no pienso rendirme. No pienso sentarme a llorar ni miraré hacia otro lado. No me engañaré a mí misma. No dejaré que mis hijos, si algún día los tengo, vean eso en mí. 

Espero lo mismo de vosotros.




7 comentarios:

  1. Gracias por la ilustración. Tienes razón. Mi experiencia profesional dice que las mujeres son mucho más eficientes y organizadas en el trabajo. A mi siempre me ha gustado trabajar con ellas y precisamente trabajan muy bien en equipo; aunque a veces son extremadamente competitivas y eso si que es negativo en ocasiones.
    En sociedades matriarcales que aún existen, como en ciertas islas polinésicas, no entenderían porque una mujer no puede mandar en alguna organización, cuando ellos no han visto otra cosa. Pero claro, siempre podemos explicar esta rareza, para autojustifcarnos, mediante el relativismo cultural (igual, pero a la inversa, que el papel de la mujer en el Islam).
    Tengo que manifestarte que estoy, por definición, en desacuerdo con la "discriminación positiva". Creo más en la "integración capicitiva" (me lo acabo de inventar). No por ser mujer tienes el mismo derecho a ocupar un lugar de trabajo que ocupe un hombre. Lo tendrás en función de tu capacitación y capacidad de desempeñarlo adecuadamente. Y este argumento vale igual para un discapacitado o cualquier otro grupo excluido. Sin embargo, cuando la discriminación se convierte en exclusión, algo habrá que hacer (aunque sospecharás que mi espíritu social-liberal entra en contradicción en estos instantes: estoy en contra de legislarlo todo; pero si no hay otra manera de romper el bloqueo discrminatorio...)
    Te robo el logo, anyway, jeje
    Un abrazo
    Santi

    P.D.: No te rindas. Siempre adelante!!!

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  2. Totalmente de acuerdo... yo creo q he tocado tantas veces ese techo q por eso cambio tanto de trabajo.
    Me apunto a tu lucha.
    Saludos desde el Inframundo.

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  3. Salvo excepciones, mi experiencia me dice que las mujeres son más trabajadoras, más listas, más eficaces. No puedo entender esa discriminación. Cuestión de tiempo. Dentro de unos años, nos coméis por una pata. Para una guerrera como tú, no hay techo que se te resista.

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  4. Santi...

    La competitividad probablemente provenga de la situación en sí. Es cierto, por lo general ponemos mucho más empeño en empezar a funcionar rentablemente y en sobresalir en nuestro trabajo, pero es que no nos queda otra, nuestros fallos se disculpan menos que los de los hombres, al menos esa es mi experiencia. Y si tenemos ambición en ascender, tenemos que demostrarlo con creces, y muchas veces ni aún así lo logramos.

    Vi lo de las sociedades polinésicas en un documental durante la misma asignatura, no debe haber más ejemplos. Otra cosa que me llamó la atención es que los celos y la envidia allí no existen, no entienden la propiedad privada, por lo que se demuestra que no es algo intrínseco del ser humano, si no aprendido a través de la cultura.

    Ojalá que la "integración capacitiva" llegue. Mientras tanto, habrá que dejarnos poder demostrarlo,y como culturalmente no nos lo permiten (pues visto desde el punto de vista masculino en la cima del poder es normal, se vive muy cómodo así y tienen miedo de verse inferiores), la vía legal me parece adecuada para romper con la invisibilidad y cambiar el concepto social de la mujer.

    Credendo...

    Yo también cambio de trabajo cuando no me dejan crecer. "Si tú no me dejas desarrollarme laboral y personalmente a pesar de que lo doy todo, me las piro a probar suerte a otro lado". Algunos amigos y mi ex me decían que me lo tomara como dinero y punto, pero yo no sé vivir sin crecer, no me sienta bien, me mata poco a poco. Necesito sentir la autorrealización día a día en todas las parcelas de mi vida, aunque trabaje de camarera.

    Atalanta...

    El estar por debajo nos hace más luchadoras. cuando se equiparen las fuerzas, habrá hombres más trabajadores, listos y eficaces. Como tú dices, es cuestión de tiempo. No os vamos a comer nada, sólo vamos a hacer mejor lo que algunos de vuestros congéneres de la cima están haciendo de forma patética.

    Una amiga me ha enviado esto por facebook. Es una charla de Isabel Allende, os recomiendo que la veáis:

    http://www.ted.com/index.php/talks/lang/spa/isabel_allende_tells_tales_of_passion.html

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  6. de acuerdo contigo y tus comentaristas, pero no sé si será algo genético o educacional (oh, son las mujeres las educadoras en los años de desarrollo más importantes) pero a la hora de hacerse cargo de los más mayores o los más pequeños, son ellas las que lo hacen porque su conciencia les impulsa a hacerlo.

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  7. Pues yo creo que educacional y genético. Por razones culturales nos inculcan de niñas muchos más valores relacionados con la empatía y el preocuparse del resto, de dejar lo tuyo a un lado si el otro necesita algo. Es por el "efecto modelado" de tu madre o del estereotipo marcado socialmente. Pero también es cierto que antropológicamente también tiene su razón el hecho de que desde los principios de los principios de las sociedades, la mujer se encargaba del cuidado de niños y enfermos, y el hombre de salir de caza, de ahí vuestra mejor capacidad espacial (os orientáis mejor que nosotras), como nuestra es la habilidad lingüística (aprendemos antes a hablar y pronunciamos cientos de palabras más que vosotros al día). La vida en los poblados era más comunicativa que el mundo de la caza.

    De todas formas, lo educacional puede cambiar a través de juegos no sexistas, valores ecuánimes para niños y niñas y un temprano pensamiento crítico hacia los estereotipos.

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