Retales de estío que ahora componen una nueva etapa,
como la luna cuando ha completado sus fases para volver a empezar.
Los ato con cariño, despacio, que no se arruguen,
mientras comprendo y acojo con amor los cambios que se unen a la sabiduría de mi piel.
Julio apareció como un nuevo sendero que recorrer
de forma libre y espontánea,
como si ser precavido fuese sinónimo de tener miedo.
Nuevos lugares y nuevas puertas
que necesitaba entreabrir
para recordar ciertas reglas que no deben olvidarse.
"Que no eres tan listilla como crees",
me tuve que decir de nuevo.
Senderos en Sanabria abrieron la herida
que no había querido mirar.
Y huí de julio para refugiarme en el regazo de lo natural,
y así volver a mí misma y mecerme con cariño,
como un niño que se portó mal
y se le da otra oportunidad sin juzgar lo que hizo.
Regresar sola me cuesta,
así que regresé en compañía.
Y agosto comenzó con una travesía
que se está convirtiendo ya en peregrinaje.
A Gredos fui un año antes,
a Gredos fui medio año después,
y a Gredos regresé.
Esta vez cambió un acompañante.
No sé por qué, pero pensé que así, sin avisar,
me encontraría en las montañas con quien planeé volver cada año.
Supongo que no todos sentimos igual.
Supongo que los reflejos del pasado no deslumbran del mismo modo,
ni siquiera en el mismo momento.
Aún así, vivir la experiencia con quien considero un hermano
fue realmente emocionante y divertido.
Noche de tormenta bajo el Almanzor
donde esta vez yo era la maestra de la acampada.
Esta vez decidía yo por vez primera,
después de un año siguiendo los pasos de quien me descubrió la magia de las montañas.
Te di las gracias allí, y te las sigo dando.
Gracias.
Ya estaba llena para disfrutar de agosto.
Calmé mi sed en compañía de amigos,
paseos llenos de poesía
y siestas de bebé.
Y te encontré.
Te encontré en palabras,
en surcos de agua por mi espalda,
en bosques mágicos donde el tiempo se detiene,
en senderos de hadas.
En la risa y en los cuentos,
en mis sueños,
en la quietud del silencio.
En el tintinear de mis pulseras
bajo la luna llena.
En abrazos y caricias que sacudían
tus relojes de arena.
Y así, así, apareció septiembre
entre colores de atardeceres.
Entre remolinos de agua
y entre regalos en lugares que ni habría soñado.
Y anoche pasó otra luna llena
que hoy tiene esta letra y esta melodía
que voy silbando en tu ausencia.
Call her moonchild
Dancing in the shallows of a river
Lovely moonchild
Dreaming in the shadow
Of the willow.
Talking to the trees of the
Cobweb strange
Sleeping on the steps of a fountain
Waving silver wands to the
Night-birds song
Waiting for the sun on the mountain.
She’s a moonchild
Gathering the flowers in a garden.
Lovely moonchild
Drifting on the echoes of the hours.
Sailing on the wind
In a milk white gown
Dropping circle stones on a sun dial
Playing hide and seek
With the ghosts of dawn
Waiting for a smile from a sun child.
Que bonita entrada Alicia!!, me has emocionado de verdad (y qué buenas fotos!!!!)
ResponderEliminarHace una semana estuve también bajo el almanzor (debemos compartir dos rutas ya, a ver si algún día...)
Leí hace más o menos un par de años en un libro (psicólogos psiquiatras y otros enfermos) que la piel se va regenerando de modo que, pasados siete años, ninguna de las células epidérmicas que teníamos se mantiene, nuestra piel es complétamente nueva. Eso ocurre con nuestras vivencias y recuerdos, cambia el ángulo y se ven de otra forma con el tiempo, dejan de ser los mismos.
Un besote guapísima!!!!
Sí, vivencias que se reinventan y moldean cada vez que se sacan del cajón de los recuerdos... Hace un mes pensaba en estas cosillas. Y en ese reinventarse te puedes mecer con cariño o caer al abismo. Percepciones y perspectivas, ese es el secreto.
ResponderEliminarMe alegro de que hayas disfrutado de mis retales veraniegos. Claro que sí, algún día tenemos que vernos, en la montaña o delante de unas cañas, ambas me van bien.
Un abrazo!!!
No, gracias a ti por darme unos meses maravillosos y por haberme descubierto qué se siente bajo las alas de una gran mariposa. Me alegra verte feliz.
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